TENERIFE MERECE UN MEJOR SERVICIO DE AMBULANCIAS
Tenerife merece un mejor servicio de ambulancias que el que le presta la empresa Manuel Guerra Castellano. Y, sobre todo, los habitantes de la isla se merecen que el propietario de la empresa no los insulte cuando acusa al 40% de los usuarios de utilizar una ambulancia de forma fraudulenta.
La Federación de Comunicación y Transporte de Comisiones Obreras Canarias lamenta lo impresentable de las explicaciones ofrecidas por Guerra Castellano ante las protestas de los usuarios por los retrasos sufridos en el servicio de ambulancias en Santa Cruz de Tenerife del pasado viernes 4 de agosto. Como es sabido, Guerra Castellano es el propietario de la empresa que cuenta con la concesión de la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias, a través de Gestión Sanitaria, para prestar el servicio público de transporte en ambulancias.
Según sus opiniones, que aparecieron en los medios de comunicación al día siguiente, “sólo el 30% de los pacientes que son trasladados en ambulancia a los centros sanitarios de la Isla requieren este servicio, mientras que la necesidad de otro 30% es ‘dudosa’”. Siguiendo la peculiar línea argumental del empresario, cuando el servicio se ajuste a la necesidad real sobrarán ambulancias.
Estas declaraciones son una descalificación hacia la administración, que según el empresario parece disfrutar contratando más ambulancias de las necesarias, con el consiguiente derroche del dinero público. Pero su planteamiento se torna aún más exótico si pensamos que proviene precisamente del cliente de esa administración, que debería estar encantado de poner a disposición el mayor número de unidades posible, ya que precisamente en eso consiste su negocio.
Pero ya son universalmente conocidas las razones de esta aparente contradicción. Los tinerfeños ya no pican y saben que la realidad que se oculta ante estas lágrimas de caimán es la precariedad con la que Manuel Guerra Castellano responde a las obligaciones del contrato con Gestión Sanitaria.
BASTEN UNOS EJEMPLOS.
Manuel Guerra se jacta de haber incorporado a su flota 9 vehículos en los últimos 15 días, cuando lo cierto es que de las 90 ambulancias de transporte que tendrían que estar a disposición por contrato en la isla de Tenerife, Manuel Guerra solo ha puesto 77. Si de estas tenemos en cuenta que entre 4 y 7 diarias no se encuentran operativas por estar en el taller, no es de extrañar que busque curiosas excusas para los retrasos y los fallos del servicio hasta llegar a culpar a los propios pacientes.
Parece que Manuel Guerra está enfadado con el mundo. Todos tienen la culpa de que su empresa preste un pésimo servicio. Según él, la administración contrata más ambulancias de las necesarias, sus trabajadores le rompen los coches, y hasta “el 40% de los usuarios, cuando la ambulancia los deja en casa cogen el coche y se van de copas” Esta última frase bastaría para comprender con quién se juegan sus cuartos los habitantes de la isla y la administración, que parece cómplice de esta tomadura de pelo a los tinerfeños. Son los responsables políticos los que deben pensar sobre los márgenes de calidad que un empresario con estos planteamientos puede ofrecer.
Además, la acusación hacia sus trabajadores de romper intencionadamente los vehículos carece de todo rigor. Las 70 denuncias de las que habla no existen más que en su prodigiosa imaginación, que ve sentencias condenatorias donde sólo existe la terca realidad empeñada en decirle que ni un solo trabajador ha sido condenado por dañar su instrumento de trabajo.
Por el contrario, Manuel Guerra es un sancionado habitual por quebrantar las libertades fundamentales de sus trabajadores, y pesa sobre él una importante deuda con la Seguridad Social por no hacer frente a las cotizaciones de su plantilla. Esta es una muestra más de su sensibilidad social. Los niveles de calidad que aún mantiene el servicio no se deben a la diligencia de la empresa en el cumplimiento de sus obligaciones, sino a la experiencia, dedicación y profesionalidad que el personal demuestra en muy precarias condiciones.
Manuel Guerra Castellano mantiene la escasa flota existente en condiciones paupérrimas, se da el caso de que algún vehículo ha tenido que entrar al taller hasta tres veces en un mismo día. Pese a los avisos y reportes de los conductores, algunos vehículos sobrepasan hasta en 7.000 kilómetros los límites de los fabricantes para los cambios de aceite. La dotación de material es insuficiente, incluso de algunos dispositivos que pueden afectar a la seguridad en los traslados como la falta de manos libres para las emisoras y teléfonos por los que se recibe importante información relacionada con el servicio mientras se conduce. Otro tanto se puede decir del material fungible. De hecho, en algunos casos el personal se ve obligado a reutilizar el material sanitario con distintos pacientes porque la empresa no lo repone. Y con respecto a los seguros de los vehículos, aunque Manuel Guerra insiste en que están al corriente, lo cierto es que a fecha de hoy no en todos los vehículos se encuentran los correspondientes recibos.
Si a esta lamentable situación le unimos el concepto que el empresario tiene de los ciudadanos a los que se les presta el servicio, y los incumplimientos del contrato en lo concerniente al número de unidades puestas a disposición y a las obligaciones laborales y sociales, no entendemos como la Consejería de Sanidad le permite seguir prestando ni un día más el servicio de ambulancias del que es responsable ante los ciudadanos de Tenerife, que desde luego se merecen mucho más ahora. Y no solo cuando se acerquen las elecciones.
